lunes, 7 de julio de 2008

ESA TARDE...

Camine tanto esa tarde que no recuerdo porque termine en casa, pensaba una y otra vez en un mango jugoso que había visto en una canastilla de una abuela, siempre terminaba de nuevo mirando la acera sucia, y diciéndole a una paloma que era una vil descarada.

Una lluvia de sonidos y olores inundo esa tarde mi mente, y poco a poco comencé a suicidar escritores, poetas y flores. Mi mundo se había vuelto temeroso, pero a la vez cobraba un color rojo simpatía; si antes no sentía rencor ahora probablemente pensaría que nunca cruzo esa palabra por mi mente.

Para aquellos días la inspiración había tomado un largo sueño dentro de mi memoria, una protesta justa después de escribir tanta tragedia, tanta tristeza; tal vez estaba pagando por sus lagrimas obligadas, cuando ella solo deseaba volar como las mariposas, sentir lo húmedo y calido de un beso con amor, danzar entre las risas de niños y la lluvia sobre las palmeras, sentir tal vez el fresco de una brisa marina, o quizá nadar como delfín entre las olas de un mar esmeralda.

Cuantas cosas vividas, y mi memoria aún resistiéndose a la fe de creer, de sentir locura sobre cada paso sin haberlo pensado. Las margaritas ya no están marchitas y la acuarela del paisaje se convierte en un óleo estrecho y compacto, me pregunto en que tiempo ocurrió toda esta maravilla, a caso el camino y su mano diestra me prepara lo peor, me regala los últimos momentos de contemplación? Su obra no puede ser más bondadosa.

Mis ojos releen libros de otrora, y vuelve a despertar esa corta imaginación, mi inspiración maltratada se levanta, mis ojos poco a poco le relatan cuentos alegres, donde los gatos hablan y se ríen de la gente, donde el amarillo cobra un olor femenino, y el licor se vuelve un estupor vacío, donde los barcos son de colores y el mar no lleva a ninguna parte.

Escucho de nuevo latir el corazón lleno de telarañas, y sus damas de seda comienzan a tejer de nuevo una vieja armadura para que nunca estalle, estoy viva de eso me di cuenta esa tarde donde la gente como muñecos de cera caminaban hacia algún lugar.

Malery

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