Saludas la mañana y sales a caminar, entre calles tus ojos
guardan miradas y sonrisas, tejes las historias que pudieron ser pero no
fueron, tu cabeza te muestra los mil caminos del zorro.
Cuántas risas entre callejones desiertos, cuánto ruido que
pasa frente a las miradas impotentes, de repente te llena el sentimiento de
observar un mundo exhausto y quedas con el presagio de que no hay más secretos
por descubrir.
La soledad embate con fuerza tu cabeza una vez más, pero ésta
vez la soledad entra para quedarse entre tus huesos, es una soledad dócil y grácil
para tus pensamientos, tan apacible como para cerrar tus ojos y descansar de la
rutina.
Cerrar los ojos para no pensar en un quizá, sentir la suave
brisa que acaricia tus mejillas en tarde frías, después de todo la soledad
recupera la esencia del ser, permite que la musa vuelva visitar las ventanas
del pensamiento.
Es extraño que esa querida musa me visite ahora, me encuentro
algo añeja por el tiempo ya vivido, por las experiencias dejadas en el rincón, porque
lo sé musa amada, tú eres la misma soledad, una soledad que recibo con una
extraña alegría y serenidad.
Al final el tiempo hace su cometido…
Malery
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